ELRIC DE MELNIBONE

Lo primero el personaje.

Elric de Melnibone, es un guerrero y nigromante de una antigua raza, los Melnibonenses. Albino y extremadamente débil, sobrevive gracias a las energias que le proporcionan pociones que el mismo prepara y las almas que roba por medio de su espada maldita, Stormbringer.

Esta última es una de las dos espadas rúnicas gemelas, junto a Mournblade. Además es una espada autoconsciente y claramente malévola, pues todo su deseo es alimentarse. Tanto amigos como enemigos de Elric están en peligro cada vez que esta espada es desnudada de su vaina.

Elric es el último emperador de los Melnibonenses, una raza antigua y en su tiempo poderosa, pero actualmente caída en desgracia. Similares a elfos oscuros, poseen el don de la mágia, además del de las artes y la batalla, además de una naturaleza cruel y despiadada, aunque no realmente malvada. Creadores de maravillas que en otro tiempo constituyeron su leyenda, es actualmente una tierra vacía y muerta, en parte por la mano de su propio emperador, Elric de Melnibone. Muchos apodos lo preceden, la mayoría de ellos referentes a los amigos y familiares muertos a sus manos.

Los reinos jóvenes.

Este es el mundo en el que vive el personaje de Elric. Un mundo dominado por una magia cuyo origen nadie recuerda y cuyos dioses mucho tiempo atrás dejaron de ser respetados pasando a convertirse en fuentes de poder.

La guerra es el día a día en algún lugar de los distintos continentes y las bestias mágicas son una parte más de la fauna, siendo relativamente plausible que seres salidos de otros planos abran la tierra bajo los piés de la población para entrar en una batalla.

En este mundo de desesperación y melancolía surge un antihéroe que porta una espada que odia y a la que está atado por cadenas que forja el destino. A su alrededor enemigos y afines mueren casi por igual.

En este mundo surge un enemigo que está por encima de lo que nadie jamás podrá afrontar y esperar salir con vida. Este es el enemigo que Elric deberá afrontar y vencer.

Este sería, a grandes rasagos, el escenario que nos plantea la última novela de esta saga, la cual adapta al comic Craig Russell.

Antes de pasar al análisis de la obra en sí, una pequeña curiosidad sobre la creación de esta obra. Ante el miedo de que pudieran quitarle el control de la obra, Russell lo dibujó desde el final hacia el principio, para que fuera imposible de publicar antes de que se finalizase, con lo que tampoco podían presionarle con las fechas de publicación de los subsiguientes números, pues fue editado en principio como una serie de comics.

Y ahora pasemos al análisis de la obra en si mismo.

Cuando abrimos la primera página ya vemos que este autor aporta algo más que una simple traducción de una novela de cierta calidad al lenguaje del comic. Todos aquellos que leyeran otras obras de weste autor habran visto que tiene un saber hacer que se nota, especialmente en las adaptaciones de otros medios, como pueda ser la literatura o la música, al comic.

Influenciado por autores como Holman Hunt o William Blake, sus páginas están llenas de un enorme detallismo y, dentro de lo que es el genero de la fantasía, un realismo en sus composiciones que nos hace contemplar el escenario que se nos presenta con la misma fascinación con la que leemos sus textos. Delicado en el trazo y en el coloreado, ninguna de las escenas que se nos muestran cae en la estridencia, a pesar de la enorme paleta de colores que se despliega ante nuestros ojos. Mientras pasamos las páginas en ningún momento nos parece un mundo irreal, sino sencillamente extraño aunque plausible.

La composición de las páginas brilla especialmente en las escenas más narrativas, donde podemos ver un enorme despliegue de calidad y saber hacer. Textos y dibujos bailan una extraña danza donde el texto es parte importante en el discurso visual y la disposición de las viñetas nos cuenta en muchso casos más de lo que los textos puedan expresar. Con una suavidad digna del más fino terciopelo nos deslizamos por las páginas sin casi tener que leer, pues todo queda explicado con lo que vemos.

Por otra parte los textos en si mismos tienen una culaidad muy apreciada en cualquier adaptación. No copian la obra original, pero hacen suyo el tono de la obra, con lo que sin necesidad de leer las palabras de Moorcock, sí podemos oír su voz.

Por último, una pequeña historia de Neil Gaiman que sirve de introducción a la edición que yo leí, de Planeta, y titulada “Una vida”. Esta es una historia que demuestra aquello que muchos aficionados a la obra de Gaiman ya sabíamos, su calidad se desmuestra mucho más en los relatos cortos. En muy pocas páginas nos cuenta la historia de un joven estudiante de un internado que usa las novelas de Moorcock para evadirse de su realidad y sueña con ser un día escritor.

Ya solo me queda daros una conclsión, que no puede ser otra que leáis esta obra si llega a vuestras manos. A no ser claro que odiéis la fantasía epica, en cuyo caso mejor ahorraos el mal trago. Para todos los demás, felíz viaje a las tierras de la espada y la brujería.